22 julio, 2013

Si Dios quiere.

El hombre no es víctima de las circunstancias.

El crea su propia circunstancia.



Teilhard de Chardin.

Se han puesto a pensar ¿cuántas cosas dejamos en manos de Dios? Los miedosos, aquellas cosas que verdaderamente no podemos controlar.  Los cínicos, su vida entera. 

En la vida se pueden asumir dos posturas;  la postura de “responsable de mi propia existencia” y la de “víctima del mundo y de los designios de la divinidad”; es decir, a los deseos de Dios.   La primera postura esta caracterizada por la voluntad,  esa capacidad que tiene el hombre para moverse hacia lo que desea. Dicha capacidad es fundamental para el ser humano, ya que sin ella no seríamos capaces de lograr los objetivos que nos proponemos.  No sólo hace referencia a la constancia, perseverancia para alcanzar nuestras metas, a la autodisciplina y desde luego a la dedicación para cumplir responsablemente los deberes y compromisos, con nosotros mismos y con los demás; si no que desde esta perspectiva, la voluntad no es nada más “tener ganas de hacer las cosas”, ya que en sus cimientos más profundos, está relacionada con el sentido que le damos a nuestra vida, colocándonos ante la total responsabilidad de ser eso que hemos planeado ser y tener a través de nuestro proyecto de vida.

“Si Dios quiere…” es una de las constantes verbalizaciones de la segunda postura.  La postura de la pequeñez ante el omnipresente poder de lo divino. No como una muestra de genuina humildad, si no mas bien como la ausencia del esfuerzo, de la acción y la determinación; de la auto-subestimación (sic) más parecida a la queja y el conformismo; producto desde luego del pensamiento paternalista divino de la religión.

¿Qué pasa si Dios no quiere? Entonces Dios se convierte en el autor intelectual de nuestro fracaso.  Meter a Dios en nuestros planes, es sólo la justificación de nuestra mediocridad.  Dios es la almohada perfecta para acostarse a soñar  y el basurero de nuestras frustraciones, de ideales que no fuimos responsables por alcanzar.   No digo que no hayan aspectos de nuestras metas que estén fuera de nuestro control, que su realización parece depender más del azar; pero todo siempre debe comenzar por depender  de algo más terrenal, como bajarte de la hamaca por ejemplo.  En un 90% eres responsable de lo que tienes o no tienes; de lo que eres o no has logrado ser; de donde estás, sobre todo si es muy diferente al donde quisieras; de tu felicidad o de la ausencia de esta. ¡Vamos, deja de cargarle todos los muertitos a Dios!

La postura en la cual le echamos la culpa a quien no se puede defender, es bien cómoda, pero, ¿hasta que punto uno está dispuesto a vivir como si fuera el títere de Dios? Dejemos de comportarnos como víctimas del mundo.  Si nuestra vida depende de nosotros debemos ser conscientes de nuestras reacciones y actitudes; así como de los pesos que traen las responsabilidades, por que sí, tomar decisiones pesa, pero creo que es lo mas cerca que podemos estar de ser verdaderamente libres, autodeterminados y  felices.
Siempre he sido consciente de que en esta vida, para todo hay un precio que pagar, y si hay algo que siempre le pido a Dios, es que nunca me falte la voluntad.


Margot.





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