El hombre no es víctima de las circunstancias.
El crea su propia circunstancia.
Teilhard de Chardin.
Se han puesto a pensar ¿cuántas cosas dejamos en manos de Dios? Los miedosos,
aquellas cosas que verdaderamente no podemos controlar. Los cínicos, su vida entera.
En la vida se pueden asumir dos posturas; la postura de “responsable de mi propia
existencia” y la de “víctima del mundo y de los designios de la divinidad”; es
decir, a los deseos de Dios. La primera
postura esta caracterizada por la voluntad, esa capacidad que tiene el hombre para moverse
hacia lo que desea. Dicha capacidad es fundamental para el ser humano, ya que
sin ella no seríamos capaces de lograr los objetivos que nos proponemos. No sólo hace referencia a la constancia,
perseverancia para alcanzar nuestras metas, a la autodisciplina y desde luego a
la dedicación para cumplir responsablemente los deberes y compromisos, con nosotros
mismos y con los demás; si no que desde esta perspectiva, la voluntad no es
nada más “tener ganas de hacer las cosas”, ya que en sus cimientos más profundos,
está relacionada con el sentido que le damos a nuestra vida, colocándonos ante
la total responsabilidad de ser eso que hemos planeado ser y tener a través de
nuestro proyecto de vida.
“Si Dios quiere…” es una de las constantes verbalizaciones de la segunda
postura. La postura de la pequeñez ante
el omnipresente poder de lo divino. No como una muestra de genuina humildad, si
no mas bien como la ausencia del esfuerzo, de la acción y la determinación; de
la auto-subestimación (sic) más parecida a la queja y el conformismo; producto
desde luego del pensamiento paternalista divino de la religión.
¿Qué pasa si Dios no quiere? Entonces Dios se convierte en el autor
intelectual de nuestro fracaso. Meter a
Dios en nuestros planes, es sólo la justificación de nuestra mediocridad. Dios es la almohada perfecta para acostarse a
soñar y el basurero de nuestras
frustraciones, de ideales que no fuimos responsables por alcanzar. No digo que no hayan aspectos de nuestras
metas que estén fuera de nuestro control, que su realización parece depender
más del azar; pero todo siempre debe comenzar por depender de algo más terrenal, como bajarte de la
hamaca por ejemplo. En un 90% eres
responsable de lo que tienes o no tienes; de lo que eres o no has logrado ser; de
donde estás, sobre todo si es muy diferente al donde quisieras; de tu felicidad
o de la ausencia de esta. ¡Vamos, deja de cargarle todos los muertitos a Dios!
La postura en la cual le echamos la culpa a quien no se puede defender, es
bien cómoda, pero, ¿hasta que punto uno está dispuesto a vivir como si fuera el
títere de Dios? Dejemos de comportarnos como víctimas del mundo. Si nuestra vida depende de nosotros debemos
ser conscientes de nuestras reacciones y actitudes; así como de los pesos que
traen las responsabilidades, por que sí, tomar decisiones pesa, pero creo que
es lo mas cerca que podemos estar de ser verdaderamente libres,
autodeterminados y felices.
Siempre he sido consciente de que en esta vida, para todo hay un precio que
pagar, y si hay algo que siempre le pido a Dios, es que nunca me falte la
voluntad.
Margot.
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