09 agosto, 2013

Acción poética Progreso.








Porque no todo es queja y crítica social, a continuación le manejo lo que viene siendo mi breve  (y quizá única)  participación en la poesía; que con el gusto de ustedes y su sabia apreciación con chance marque el inicio de mi carrera como escritora de cuentos y poesías, hija pródiga de la pluma progreseña y hasta me gane medallas de ciudadana distinguida de este puerto.

Guía de turismo.

Empieza el nuevo recorrido, abro los ojos, ahí está, no lo esperaba.
Lo había visto a lo lejos, caminando detrás de mí,
guardando su distancia, esperando que no lo viera;
no hizo falta, sabía que ahí estaba.

Camino derecha, tengo malos presentimientos,
sé que su compañía es inevitable.

Tomo asiento. Ahí está él, parado junto a mí.
Siento que todo se derrumba, quiero dormir, cierro los ojos,
los aprieto con fuerza, nada...nada resulta…sigue aquí.
Lo miro.  Él, expectante con sus ojos fijos en los míos,
su mirada hace que me pierda en la dimensión del tiempo y del espacio.
Siento náuseas.

Le sostengo la mirada y me atrevo a hablarle:  - ¿Cuánto falta?
Pero él no me contesta, no quiere,  sé que no es mudo.
Me quedo con la sensación de que su respuesta sería "mucho".

Le hablo de nuevo. - ¡Vete!
Él: - No puedo .
Yo: - dueles... mucho
Él: - Lo sé .

Me desespero, deseo hundirme en un sueño eterno.
No quiero verle... nunca más.

Vuelvo a cerrar los ojos y le doy la espalda.
No se ha ido, aquí está.
De un salto me desprendo de mi asiento y
corro, corro, hacia la nada o hacia todo,
quiero perderlo, quiero que deje de seguirme.
Lo detesto.
No me detengo, me escondo, no quiero que me alcance,
pero ningún rincón es lo suficientemente pequeño para que sólo entremos uno de los dos.

Lo veo acercarse y corro, corro aún más rápido.
Creo que lo perdí.

Todo está oscuro.
 Mis manos y mis caderas me duelen, creo que fue un golpe,
mis piernas no me responden, tiemblan.
No puedo controlar nada, ni a mi misma.
Las náuseas otra vez.

Yo: - ¿Qué pasó?
Él: - Tropezaste conmigo .

Lo entendí todo. 
Recobro la compostura y me levanto,
camino lentamente y él me ayuda,
estoy lastimada, muy adolorida.

Me lleva a sentarme a una banca, y lo miro con los ojos llenos de lágrimas.
Yo: - Guarda tu distancia. Le ruego su misericordia.
Él: - Sólo tienes que caminar junto a mí.
Yo: - Pero no quiero, el viaje es mío
 Él: - Sí, pero yo soy tu compañía
Yo: - Entonces guarda tu distancia, camina donde no me estorbes, no quiero volver
a tropezarme contigo.  Le dije enfadada.
Él: - ¿Te fijas que el camino es angosto y empedrado?
Yo: - ¡Sí!, por eso, ve detrás de mí.
Él: - No.
Yo: - ¡¿Por qué?!  Le grité impaciente
Él: - Porque ese no es el objetivo del viaje.  Me contestó con la misma serenidad de siempre.
Yo: -¿Cuál es?

Él: - Que aprendas a caminar conmigo. 


Si gusta dejar tomatazos o cosas bonitas, por aquí o por aquí @SritaMargot. Gracias.


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2 comentarios:

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