A propósito del día del padre y un poco atrasado debido a la falta de luz.
Paternidad responsable.
Alguna vez
escuche a un hombre decir lo siguiente: “Nunca se está preparado para ser
padre, cuando llega el momento, uno nada más puede preguntarse si se es capaz o
no de asumir el reto”.
Conozco el caso de varios hombres con singular
característica: cada uno de ellos tiene un hijo no reconocido, ni legal ni
sentimentalmente. Las circunstancias,
aunque diferentes, coinciden en una situación particular: hijos producto de acostones de una noche o regulares, pero con la mujer que obviamente
nunca han planeado tomar en serio.
Hijos que pasan a ser un secreto a voces, andante y
caminante, pero invisibles (sí,
terroríficamente invisibles) para quienes dieron la otra semillita de la
creación. Niños que ellos saben que
existen, que incluso en alguna ocasión las equivocadas madres se los han
llevado “para que los conozcan”, cuya respuesta siempre ha sido: “es tu
problema, no me interesa”. Hijos de
hombres que literalmente hacen de cuenta que eso no pasó y que siguen su vida
con una envidiable comodidad. Hijos de la imbecilidad de los hombres para
manejar sus impulsos; hijos de la hueva para ir por un condón o del “con condón no se siente igual”; hijos de la
inutilidad de los hombres para responsabilizarse de su propia vida sobre la
experimentación; hijos de la imbecilidad de las ideas machistas.
Nunca he
entendido como un hombre puede huir,
no de la responsabilidad de mantenerlo, estamos claros que mantener a un niño
no te hace papá; me refiero más bien a la, repito, envidiable facilidad de no volver a hablar del
tema nunca más.
¿Por qué
reflexiono sobre esto? Porque, Sin ánimos de juzgar (o sí), me pregunto ¿Cómo
le hacen? ¿Sobre qué basan su fría tranquilidad mental?
Proveedores afectivos
Rob Palkovitz dice que los hombres
pueden volverse padres en un sentido biológico,
pero no hacen los ajustes psicológicos y
de comportamiento que se necesitan para asumir el papel de padre. Durante mucho tiempo la cultura ha preparado
de forma precaria a los hombres para el compromiso que se necesita para educar,
alimentar y proteger a los hijos; ya que ese papel se le ha encomendado casi
hasta el punto de la santificación a la mujer.
De manera que, apenas ahora el papel del padre está dejando de ser la
sombra de las madres en la educación de los hijos. No obstante que la
modernidad está trayendo padres más involucrados, el amor de un padre a menudo
se expresa en los “sacrificios” que
realiza por ellos, identificando sacrificios como trabajar a morir para darles
lo mejor económicamente hablando, lo que los convierte en proveedores económicos pero ausentes justificados
sin la posibilidad de recibir el reconocimiento de ser sensibles a las necesidades de sus hijos y de demostrar afecto. Se ha
demostrado que el factor paterno representa una diferencia enorme e
irremplazable en la vida de los hijos, en términos de educación, manutención,
salud física y mental, por lo que, es indispensable que los padres también sean
proveedores afectivos, es decir,
ayudar a sus hijos con sus necesidades físicas, emocionales, sociales y
espirituales. Compartir tiempo, actividades, conversaciones, así como también ser
un apoyo constante que percibirán durante toda su vida.
“Mis hijos tienen mucha madre para necesitar a su padre”
No hay
motivo, ni la herida, ni la desilusión, ni el enojo, ni siquiera aunque se
tenga la razón para hablarle mal de su padre a los hijos, sobre todo cuando
este se convierte en ex-pareja. Es injusto quitarle a los hijos la
posibilidad de ver con sus propios ojos la imagen real de su padre. Las conductas que este tenga, sus reacciones,
propiciar acercamiento, su calidez, el tiempo que les dedica y su preocupación
por ellos, son actos que hablaran por sí mismos, y los hijos, sin la necesidad
de que les digan, se darán cuenta.
Mi padre.
Recuerdo el día en que se cayó mi primer diente. Estaba muy
nerviosa, como siempre he sido desde pequeña.
Mi papá me sentó en sus piernas y poco a poco lo fue jalando hacia
arriba hasta que por fin lo sacó. De la emoción le dije: Papá, eres mi héroe.
Una de las cosas más difíciles de crecer, fue precisamente
aprender a conocer a mi papá como el hombre.
Con el paso de los años iba viendo como mi superhéroe perfecto,
invencible y poderoso, en realidad era un vulnerable ser humano, que como yo y
como todos, también era imperfecto; a veces estaba equivocado y muchas otras
hasta temeroso. No es un superhéroe pero
es un gran hombre. De él he aprendido
muchas cosas, le admiro su paciencia, su tenacidad, y su ecuanimidad. A pesar de mi edad, me deja apoyarme sobre él
cuando me enfado con la vida y quiero hacer mi berrinche; me permite saber que
aunque no deba, cuando quiera caer, el va a estar ahí, ya que en su corazón, yo jamás voy a
crecer. Viendo mi vida como está, la verdad es que
hizo de mí buen trabajo, sin embargo, lo mejor que ha hecho por mí es quererme
con toda la extensión de su gran corazón, por sobre todas las cosas.
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